ORACIÓN
Oh María de la Medalla Milagrosa, sé mi escudo y protección contra todo mal, que mi alma a través de tu medalla
permanezca unida a Ti Madre Milagrosa. Que tu santa medalla me libre de todo mal y peligro, que tu santa medalla
me proteja de toda enfermedad.
Que al invocar tu santa oración, oh María, sin pecado concebida, ruega por nosotros que recurrimos a ti, sea yo,
mi familia y mis seres queridos protegidos de la muerte imprevista.
Oh María de la Medalla Milagrosa protege mi hogar de todo desastre natural, mi vida espiritual y todo mi ser,
ampárame con tu medalla.
Dichoso aquel que lleve tu medalla porque prometiste una gran bendición.
Amén.
PARA OBTENER UNA GRACIA ESPECIAL
¡Oh María, consuelo de cuantos os invocan!. Escuchad benigna la confiada oración que en mi necesidad elevo al trono
de vuestra misericordia. ¿A quién podré recurrir mejor que a Vos, Virgen bendita, que sólo respiráis dignidad y clemencia,
que dueña de todos los bienes de Dios, sólo pensáis en difundirlos en torno vuestro?
Sed pues mi amparo, mi esperanza en esta ocasión; y ya que devotamente pende de mi cuello
la Medalla Milagrosa, prenda inestimable de vuestro amor, concededme, Madre Inmaculada, concededme
la gracia que con tanta insistencia os pido.
PARA OBTENER LA CONVERSIÓN DE UN PECADOR
¡Oh Virgen Inmaculada, verdadera escala por donde pueden los pecadores llegar al reino de Dios! Mostraos tal en la conversión de este infeliz que eficazmente encomendamos a vuestro patrocinio; iluminad su inteligencia con los rayos de luz divina que proyecta vuestra Medalla, para que conozca la vida peligrosa que arrastra, la inmensa desventura en que vive alejado de Dios y el terrible castigo que le espera; y, sobre todo, dejad sentir vuestra influencia sobre su corazón para que llore la ingratitud con que mira a Dios, su Padre amoroso, y a Vos, su tierna y cariñosa Madre. Tendedle vuestra mano ¡oh Virgen Purísima! arrancadle del cautiverio del pecado, sacadle de las tinieblas en que yace y conducidle al reino de la luz, de la paz y de la divina gracia.
PARA OBTENER LA CURACIÓN DE UN ENFERMO
¡Oh María, sin pecado concebida, cuya inmensa bondad y tierna misericordia no excluye el alivio de este amargo fruto de la culpa que se llama enfermedad de la cual es con frecuencia víctima nuestro miserable cuerpo! ¡Oh Madre piadosa, a quien la Iglesia llama confiada ¡Salud de los enfermos! Aquí me tenéis implorando vuestro favor. Lo que tantos afligidos obtenían por la palabra de vuestro Hijo Jesús, obténgalo este querido enfermo, que os recomiendo, mediante la aplicación de vuestra Medalla. Que su eficacia, tantas veces probada y reconocida en todo el mundo, se manifieste una vez más: para que cuantos seamos testigos de este nuevo favor vuestro, podamos exclamar agradecidos: La Medalla Milagrosa le ha curado.
PARA DAR GRACIAS POR UN FAVOR RECIBIDO
¡Oh dulce y gloriosísima Virgen María! He dirigido mis humildes súplicas a vuestro trono, y he conocido por experiencia que nunca se os invoca en vano; que vuestros ojos miran complacidos a quien en vuestra presencia se postra; que vuestros oídos están atentos a nuestras plegarias; que vuestras manos vierten bendiciones a torrentes sobre el mundo entero, y en particular sobre los que llevan con confianza la Medalla Milagrosa. ¿Cómo pagaros, Madre Inmaculada, tanto favor? De ningún modo mejor que proclamando vuestra bondad y difundiendo por todas partes vuestra bendita Medalla, como me propongo hacerlo desde este día en testimonio de mi agradecimiento y de mi amor. Dadme gracia, Madre mía, para llevarlo a cabo.
ORACIÓN DE JUAN PABLO II
Dios te salve, María, llena eres de gracia, el Señor es contigo, bendita tú eres entre todas las mujeres y bendito es
el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores,
ahora y en la hora de nuestra muerte
Amén
Oh María sin pecado concebida, ruega por nosotros que recurrimos a Vos. Ésta es la oración que tú inspiraste, oh María, a santa Catalina Labouré, y esta invocación, grabada en la medalla la llevan y pronuncian ahora muchos fieles por el mundo entero. ¡Bendita tú entre todas las mujeres! ¡Bienaventurada tú que has creído!
¡El Poderoso ha hecho maravillas en ti! ¡La maravilla de tu maternidad divina! Y con vistas a ésta, ¡la maravilla de tu Inmaculada Concepción! ¡La maravilla de tu fiat! ¡Has sido asociada tan íntimamente a toda la obra de nuestra redención, has sido asociada a la cruz de nuestro Salvador!
Tu corazón fue traspasado junto con su Corazón. Y ahora, en la gloria de tu Hijo, no cesas de interceder por nosotros, pobres pecadores. Velas sobre la Iglesia de la que eres Madre. Velas sobre cada uno de tus hijos. Obtienes de Dios para nosotros todas esas gracias que simbolizan los rayos de luz que irradian de tus manos abiertas. Con la única condición de que nos atrevemos a pedírtelas, de que nos acerquemos a ti con la confianza, osadía y sencillez de un niño. Y precisamente así nos encaminas sin cesar a tu Divino Hijo.
Te consagramos nuestras fuerzas y disponibilidad para estar al servicio del designio de salvación actuado por tu Hijo. Te pedimos que por medio del Espíritu Santo la fe se arraigue y consolide en todo el pueblo cristiano, que la comunión supere todos los gérmenes de división que la esperanza cobre nueva vida en los que están desalentados. Te pedimos por los que padecen pruebas particulares, físicas o morales, por los que están tentados de infidelidad, por los que son zarandeados por la duda de un clima de incredulidad, y también por los que padecen persecución a causa de su fe.
Te confiamos el apostolado de los laicos, el ministerio de los sacerdotes, el testimonio de las religiosas.
Dios te salve, María, llena eres de gracia, el Señor es contigo, bendita tú eres entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte.
Amén
SÚPLICA A LA MEDALLA MILAGROSA
Se reza a las 5 de la tarde del 27 de Noviembre, Fiesta de la Medalla Milagrosa, y en las necesidades urgentes, cualquier día, a esa hora.
Oh Virgen Inmaculada, sabemos que siempre y en todas partes estás dispuesta a escuchar las oraciones de tus hijos desterrados
en este valle de lágrimas, pero sabemos también, que tienes días y horas en los que te complaces en esparcir más abundantemente los tesoros de tus gracias. Y bien, oh María, henos aquí postrados delante de Ti, justamente en este día y hora bendita, por Ti
elegida para la manifestación de tu Medalla. Venimos a Ti, llenos de inmensa gratitud y de ilimitada confianza en esta hora por Ti
tan querida, para agradecerte el gran don que nos has hecho dándonos tu imagen, a fin que sea para nosotros testimonio de afecto
y prenda de protección. Te prometemos, que según tu deseo, la santa Medalla será el signo de tu presencia junto a nosotros,
será nuestro libro en el cual aprenderemos a conocer, según tu consejo, cuánto nos has amado, y lo que debemos hacer para que
no sean inútiles tantos sacrificios tuyos y de Tu Divino Hijo. Sí, Tu Corazón traspasado, representado en la Medalla, se apoyará siempre sobre el nuestro y lo hará palpitar al unísono con el tuyo. Lo encenderá de amor a Jesús y lo fortificará para llevar cada
día la cruz detrás de Él.
Ésta es tu hora, oh María, la hora de tu bondad inagotable, de tu misericordia triunfante, la hora en la cual hiciste brotar, por medio
de tu Medalla, aquel torrente de gracias y de prodigios que inundó la tierra. Haz, oh Madre, que esta hora que te recuerda la
dulce conmoción de Tu Corazón, que te movió a venirnos a visitar y a traernos el remedio de tantos males, haz que esta hora
sea también nuestra hora, la hora de nuestra sincera conversión, y la hora en que sean escuchados plenamente nuestros votos.
Tú, que has prometido justamente en esta hora afortunada, que grandes serían las gracias para quienes las pidiesen con confianza: vuelve benigna tu mirada a nuestras súplicas.
Nosotros te confesamos no merecer tus gracias, pero, a quién recurriremos oh María, sino a Ti, que eres nuestra Madre, en cuyas manos Dios ha puesto todas sus gracias? Ten entonces piedad de nosotros. Te lo pedimos por tu Inmaculada Concepción, y
por el amor que te movió a darnos tu preciosa Medalla. Oh Consoladora de los afligidos, que ya te enterneciste por nuestras
miserias, mira los males que nos oprimen.
Haz que tu Medalla derrame sobre nosotros y sobre todos nuestros seres queridos tus benéficos rayos: cure a nuestros enfermos,
dé la paz a nuestras familias, nos libre de todo peligro. Lleve tu Medalla alivio al que sufre, consuelo al que llora, luz y fuerza a
todos. Especialmente te pedimos por la conversión de los pecadores, particularmente de aquéllos que nos son más queridos. Recuerda que por ellos has sufrido, has rogado y has llorado. Sálvanos, oh Refugio de los pecadores, a fin de que después de haberte todos amado, invocado y servido en la tierra, podamos ir a agradecerte y alabarte eternamente en el Cielo.
Amén
Oh María de la Medalla Milagrosa, sé mi escudo y protección contra todo mal, que mi alma a través de tu medalla
permanezca unida a Ti Madre Milagrosa. Que tu santa medalla me libre de todo mal y peligro, que tu santa medalla
me proteja de toda enfermedad.
Que al invocar tu santa oración, oh María, sin pecado concebida, ruega por nosotros que recurrimos a ti, sea yo,
mi familia y mis seres queridos protegidos de la muerte imprevista.
Oh María de la Medalla Milagrosa protege mi hogar de todo desastre natural, mi vida espiritual y todo mi ser,
ampárame con tu medalla.
Dichoso aquel que lleve tu medalla porque prometiste una gran bendición.
Amén.
PARA OBTENER UNA GRACIA ESPECIAL
¡Oh María, consuelo de cuantos os invocan!. Escuchad benigna la confiada oración que en mi necesidad elevo al trono
de vuestra misericordia. ¿A quién podré recurrir mejor que a Vos, Virgen bendita, que sólo respiráis dignidad y clemencia,
que dueña de todos los bienes de Dios, sólo pensáis en difundirlos en torno vuestro?
Sed pues mi amparo, mi esperanza en esta ocasión; y ya que devotamente pende de mi cuello
la Medalla Milagrosa, prenda inestimable de vuestro amor, concededme, Madre Inmaculada, concededme
la gracia que con tanta insistencia os pido.
PARA OBTENER LA CONVERSIÓN DE UN PECADOR
¡Oh Virgen Inmaculada, verdadera escala por donde pueden los pecadores llegar al reino de Dios! Mostraos tal en la conversión de este infeliz que eficazmente encomendamos a vuestro patrocinio; iluminad su inteligencia con los rayos de luz divina que proyecta vuestra Medalla, para que conozca la vida peligrosa que arrastra, la inmensa desventura en que vive alejado de Dios y el terrible castigo que le espera; y, sobre todo, dejad sentir vuestra influencia sobre su corazón para que llore la ingratitud con que mira a Dios, su Padre amoroso, y a Vos, su tierna y cariñosa Madre. Tendedle vuestra mano ¡oh Virgen Purísima! arrancadle del cautiverio del pecado, sacadle de las tinieblas en que yace y conducidle al reino de la luz, de la paz y de la divina gracia.
PARA OBTENER LA CURACIÓN DE UN ENFERMO
¡Oh María, sin pecado concebida, cuya inmensa bondad y tierna misericordia no excluye el alivio de este amargo fruto de la culpa que se llama enfermedad de la cual es con frecuencia víctima nuestro miserable cuerpo! ¡Oh Madre piadosa, a quien la Iglesia llama confiada ¡Salud de los enfermos! Aquí me tenéis implorando vuestro favor. Lo que tantos afligidos obtenían por la palabra de vuestro Hijo Jesús, obténgalo este querido enfermo, que os recomiendo, mediante la aplicación de vuestra Medalla. Que su eficacia, tantas veces probada y reconocida en todo el mundo, se manifieste una vez más: para que cuantos seamos testigos de este nuevo favor vuestro, podamos exclamar agradecidos: La Medalla Milagrosa le ha curado.
PARA DAR GRACIAS POR UN FAVOR RECIBIDO
¡Oh dulce y gloriosísima Virgen María! He dirigido mis humildes súplicas a vuestro trono, y he conocido por experiencia que nunca se os invoca en vano; que vuestros ojos miran complacidos a quien en vuestra presencia se postra; que vuestros oídos están atentos a nuestras plegarias; que vuestras manos vierten bendiciones a torrentes sobre el mundo entero, y en particular sobre los que llevan con confianza la Medalla Milagrosa. ¿Cómo pagaros, Madre Inmaculada, tanto favor? De ningún modo mejor que proclamando vuestra bondad y difundiendo por todas partes vuestra bendita Medalla, como me propongo hacerlo desde este día en testimonio de mi agradecimiento y de mi amor. Dadme gracia, Madre mía, para llevarlo a cabo.
ORACIÓN DE JUAN PABLO II
Dios te salve, María, llena eres de gracia, el Señor es contigo, bendita tú eres entre todas las mujeres y bendito es
el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores,
ahora y en la hora de nuestra muerte
Amén
Oh María sin pecado concebida, ruega por nosotros que recurrimos a Vos. Ésta es la oración que tú inspiraste, oh María, a santa Catalina Labouré, y esta invocación, grabada en la medalla la llevan y pronuncian ahora muchos fieles por el mundo entero. ¡Bendita tú entre todas las mujeres! ¡Bienaventurada tú que has creído!
¡El Poderoso ha hecho maravillas en ti! ¡La maravilla de tu maternidad divina! Y con vistas a ésta, ¡la maravilla de tu Inmaculada Concepción! ¡La maravilla de tu fiat! ¡Has sido asociada tan íntimamente a toda la obra de nuestra redención, has sido asociada a la cruz de nuestro Salvador!
Tu corazón fue traspasado junto con su Corazón. Y ahora, en la gloria de tu Hijo, no cesas de interceder por nosotros, pobres pecadores. Velas sobre la Iglesia de la que eres Madre. Velas sobre cada uno de tus hijos. Obtienes de Dios para nosotros todas esas gracias que simbolizan los rayos de luz que irradian de tus manos abiertas. Con la única condición de que nos atrevemos a pedírtelas, de que nos acerquemos a ti con la confianza, osadía y sencillez de un niño. Y precisamente así nos encaminas sin cesar a tu Divino Hijo.
Te consagramos nuestras fuerzas y disponibilidad para estar al servicio del designio de salvación actuado por tu Hijo. Te pedimos que por medio del Espíritu Santo la fe se arraigue y consolide en todo el pueblo cristiano, que la comunión supere todos los gérmenes de división que la esperanza cobre nueva vida en los que están desalentados. Te pedimos por los que padecen pruebas particulares, físicas o morales, por los que están tentados de infidelidad, por los que son zarandeados por la duda de un clima de incredulidad, y también por los que padecen persecución a causa de su fe.
Te confiamos el apostolado de los laicos, el ministerio de los sacerdotes, el testimonio de las religiosas.
Dios te salve, María, llena eres de gracia, el Señor es contigo, bendita tú eres entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte.
Amén
SÚPLICA A LA MEDALLA MILAGROSA
Se reza a las 5 de la tarde del 27 de Noviembre, Fiesta de la Medalla Milagrosa, y en las necesidades urgentes, cualquier día, a esa hora.
Oh Virgen Inmaculada, sabemos que siempre y en todas partes estás dispuesta a escuchar las oraciones de tus hijos desterrados
en este valle de lágrimas, pero sabemos también, que tienes días y horas en los que te complaces en esparcir más abundantemente los tesoros de tus gracias. Y bien, oh María, henos aquí postrados delante de Ti, justamente en este día y hora bendita, por Ti
elegida para la manifestación de tu Medalla. Venimos a Ti, llenos de inmensa gratitud y de ilimitada confianza en esta hora por Ti
tan querida, para agradecerte el gran don que nos has hecho dándonos tu imagen, a fin que sea para nosotros testimonio de afecto
y prenda de protección. Te prometemos, que según tu deseo, la santa Medalla será el signo de tu presencia junto a nosotros,
será nuestro libro en el cual aprenderemos a conocer, según tu consejo, cuánto nos has amado, y lo que debemos hacer para que
no sean inútiles tantos sacrificios tuyos y de Tu Divino Hijo. Sí, Tu Corazón traspasado, representado en la Medalla, se apoyará siempre sobre el nuestro y lo hará palpitar al unísono con el tuyo. Lo encenderá de amor a Jesús y lo fortificará para llevar cada
día la cruz detrás de Él.
Ésta es tu hora, oh María, la hora de tu bondad inagotable, de tu misericordia triunfante, la hora en la cual hiciste brotar, por medio
de tu Medalla, aquel torrente de gracias y de prodigios que inundó la tierra. Haz, oh Madre, que esta hora que te recuerda la
dulce conmoción de Tu Corazón, que te movió a venirnos a visitar y a traernos el remedio de tantos males, haz que esta hora
sea también nuestra hora, la hora de nuestra sincera conversión, y la hora en que sean escuchados plenamente nuestros votos.
Tú, que has prometido justamente en esta hora afortunada, que grandes serían las gracias para quienes las pidiesen con confianza: vuelve benigna tu mirada a nuestras súplicas.
Nosotros te confesamos no merecer tus gracias, pero, a quién recurriremos oh María, sino a Ti, que eres nuestra Madre, en cuyas manos Dios ha puesto todas sus gracias? Ten entonces piedad de nosotros. Te lo pedimos por tu Inmaculada Concepción, y
por el amor que te movió a darnos tu preciosa Medalla. Oh Consoladora de los afligidos, que ya te enterneciste por nuestras
miserias, mira los males que nos oprimen.
Haz que tu Medalla derrame sobre nosotros y sobre todos nuestros seres queridos tus benéficos rayos: cure a nuestros enfermos,
dé la paz a nuestras familias, nos libre de todo peligro. Lleve tu Medalla alivio al que sufre, consuelo al que llora, luz y fuerza a
todos. Especialmente te pedimos por la conversión de los pecadores, particularmente de aquéllos que nos son más queridos. Recuerda que por ellos has sufrido, has rogado y has llorado. Sálvanos, oh Refugio de los pecadores, a fin de que después de haberte todos amado, invocado y servido en la tierra, podamos ir a agradecerte y alabarte eternamente en el Cielo.
Amén